La esperanza muere al último, adagio que recorre por el mundo. Frase pincelada en las bardas de las ciudades, alentando a sus residentes de que todo estará bien cuando pase el coronavirus. Pero ocasiona una ruina humanitaria que bate teorías sobre las expectativas, igual fenecerán esperanzas. En economía, los factores que la mueven siguen un proceso sistemático, sostienen sus expertos. Con el tiempo sus agentes aprenden y se adaptan al patrón que determina su variabilidad, usan ese discernimiento para plasmar sus expectativas. Suponiendo que no se cometen errores sistemáticos, las expectativas coinciden en promedio con la predicción teórica (distribución objetiva de la probabilidad de los resultados posibles). Si el error tiende a cero en el marco de las expectativas, la previsión es perfecta. El problema de los supuestos en economía es que hay muchos errores sistemáticos. B. Friedman se refiere a esas fallas y al proceso mediante el cual los agentes convierten en conocimiento y en expectativas económicas que cumplan los requisitos de racionalidad.
Se sabe que en la teoría de la elección racional no es necesario que la información disponible sea verdadera en el sentido objetivo, sino verdadera al momento para quien toma una decisión, que puede ser muy racional, pero errónea. Sucede muchas veces. La teoría de la elección racional necesita información perfecta, objetivamente verdadera, incluyendo incertidumbres. Se reconoce que el futuro económico es riesgoso, pero no incierto. Las economías, siempre están ajustando los desequilibrios, primero con la curva de Phillips desde 1958 cuya causalidad espuria corrigió 23 años, después R. Lucas empleando la idea de las expectativas racionales que incorporan la mayoría de los modelos macroeconómicos.
La expectativa económica asume que las probabilidades de los eventos estocásticos son ergódicas (las cadenas de Markov, su antecedente). M. Friedman sostenía que los errores económicos pueden ser sistemáticos o aleatorios si se especifica el tiempo y el período para el que se formaron las expectativas. Si es de 5 o 6 años, la expectativa permite que el valor actual de una variable se desvíe de su valor esperado, antes de que terminen esos años. Los planes económicos quinquenales y/o sexenales permiten esos ajustes. Esto se relaciona directamente con la información, la duración de los ajustes, etc., ya que el horizonte de tiempo afectado por la decisión es presumiblemente igual a aquel sobre el cual forma sus expectativas. D. Laidler dice que el supuesto de que los agentes tienen toda la información relevante sobre la economía es un supuesto extremo, así como que el mercado es capaz de proveerla y de coordinar todas las actividades. Por eso hay más razones políticas que económicas en las decisiones, desde la gran depresión a nuestros días. En los ochentas, Nelson Winter, Dosi y demás, introducen a la tecnología como parte fundamental de la riqueza. Diez años más tarde R. Ayres, y otros, incorporan la idea del capital natural al análisis económico, que a diferencia de la tecnología éste tiene un límite en su parte no renovable, además, entra en conflicto rabioso con capital financiero. Las expectativas económicas se complican bastante.
La economía basada en la teoría de la complejidad permite que los agentes tengan información imperfecta, cambios inesperados por turbulencia. En el enfoque de A. Leijonhufvud de conducta agregada, de abajo hacia arriba, el agente no tiene expectativas racionales y la eficiencia del conjunto proviene de eliminar modos de conducta mal adaptados. Lo necesario es la interacción en el mercado, concebir a la competencia como Marshall dijo, que los agentes realicen intercambios a precios falsos. Sea por información costosa, imperfecta, difícil de procesar o por rapiña. Esto les permitiría explicar y adecuar a una economía cuando sale de su equilibrio y cae en situación de extrema gravedad. En la actualidad las expectativas de; empleo, mercado, producción, inversión, crédito, consumo y ahorro se fueron al carajo. Muchas desaparecen, no hay como reemplazar los vacíos que dejan. Habrá rupturas en el contrato social y económico, esperanzas rotas a gran escala. Pasada la pandemia la economía no se comportará como v, ni como u, en el mejor de los casos será una k, pero si en dos años el virus sigue entre nosotros la economía será una h. Ya se demanda
prescripción de su deuda externa para sobrevivir dentro de un modelo fallido, en tanto el capital se refugia en el sistema monetario virtual y en la economía de casino.
En demografía es probable que por el SARS-CoV-2 la esperanza de vida disminuya, detenga el crecimiento poblacional en varios países donde la tasa de fecundidad está por debajo de la necesaria para reemplazar a su población. En algunos de Europa puede reducirse hasta en un 10% a mediano plazo. Bourgeois-Pichat en 1952 cifró en 76.3 años de esperanza de vida para los hombres y 78.2 para las mujeres. Oeppen y Vaupel en un estudio del 2002 concluyeron que ya se habían rebasado “el incremento de la esperanza de vida en las últimas 16 décadas que había sido lineal, podría ser la regularidad demográfica más destacable jamás observada”. Se estima que de manera global será más de 78 años en 2050, cinco años más que la actual. Algunos países han rebasado con 10 años ese tope, pero no hay garantía de mantenerlo según indican datos del COVID19.
La esperanza de vida es un indicador demográfico y de salud, pretende relacionarse con el bienestar, la satisfacción personal, la calidad de vida y el potencial de desarrollo. Se define como el número de años que en promedio se espera viva un recién nacido, creyendo que las tasas de mortalidad imperantes en ese momento permanezcan constantes durante su vida. Se divide la contribución de la población por intervalos de edad y sexo, según las probabilidades específicas de ser y estar en cada una de las etapas. Sin embargo, las cuotas no son siempre positivas porque en alguna de ellas y sus grupos la mortalidad se dispara. La expectativa depende de esas modificaciones éstas a su vez, de las variaciones de riesgo de muerte por diversas causas dominantes en cada grupo. Se calcula a partir del flujo de información registrada en un período sobre el número de transiciones dentro y fuera de cada estado. En la mayoría de países existen fallas en estos registros ya que los datos de transición entre los estados de salud no se recogen sistemáticamente, sino por encuestas específicas (salud, discapacidad, etc.) más o menos periódicas que no reflejan un flujo. Por tanto, la incidencia del período, necesaria para los cálculos, ha de ser estimada. Hay métodos para calcular la tabla de vida; uno basado en la prevalencia observada, otro con múltiples decrementos y uno más de tablas de vida con decrementos-incrementos. En 1964 Sanders propuso un modelo combinando la mortalidad y la morbilidad en la misma tabla. La idea concretada por Sullivan D.F., en 1971 en una tabla de vida basada en la prevalencia observada, calculó la primera esperanza de vida libre de discapacidad. El inconveniente radica en no determinar las mudanzas entre estados, sólo las estima a partir de una prevalencia. En lo que respecta a la discapacidad, los cambios son muy graduales para asegurar que dicha prevalencia sea buen estimador de los cambios en el período estudiado. El método de tabla de vida con múltiples decrementos fue desarrollado por actuarios y compañías de seguros para calcular pensiones e indemnizaciones en base a la duración media de vida. El modelo no considera sólo la defunción, tiene en cuenta otros estados de vida definitivos que constituyen una salida de la tabla. La información requerida es imposible de conseguir a gran escala, urgiría encuestar a la misma muestra de población una y otra vez para obtener las probabilidades de transición. Por tanto, su utilización para calcular esperanzas de vida comparables es inviable. Hace 40 años se exploran modelos capaces de manejar transiciones de salida del estado inicial y de Feedback, desarrollan tablas de incrementos-decrementos con cadenas de Markov, simulaciones e inferencias (Montecarlo/Bayesianos) para calcular esperanzas de vida libres de discapacidad, proyectar expectativas psicológicas en personas de 60 años y más. Al modelo de Sullivan siguió el de Lee, R.D. y Carter L.R., que divide a la población en grupos de edad construyendo indicadores para períodos específicos con series de tiempo, tomando en cuenta la varianza de los datos por edades relacionadas con muertes definidas. Luego Cairns A.J. et al, proponen índices dinámicos de mortalidad por edades, simula la distribución de los sobrevivientes en horizontes de tiempo. Después Jafelice R. y Barros, L., incorporan aspectos virales a un modelo computarizado de conjuntos borrosos para calcular la esperanza de vida en personas infectadas por VIH y sus
posibilidades de sobrevivencia. Pascariu M.D. et al, pronostican la esperanza de vida con un modelo doble-gap (mejorando a Lee y Carter) combinando herramientas de pronósticos multivariados.
El nuevo cálculo de la esperanza de vida será necesario seguir a Jafelice y Barros para incorporar el COVID19 como factor determinante, corregir las expectativas de vida existentes. El coronavirus ya tiene implicaciones en la expectativa de vida de la población. En muchos países más de las 2/3 partes de adultos mayores mueren por el virus. Investigadores de Asia-Pacifico estiman que con una mortalidad del 2% en los infectados, sus países tendrán una disminución del 1% de su población. El despoblamiento mundial se inicia y las probabilidades de vivir más años parece lejana.
La demografía acuñó las categorías de; compresión de la morbilidad (tiempo en el que la gente vive más años y sin enfermedad); de longevidad (más años de vida, aún con salud precaria); de equilibrio dinámico (retrasa la morbilidad, acortando la enfermedad o resolviéndola). Hemos logrado, gracias a las ciencias de la salud, un promedio de vida sin enfermedad de al menos 50 años. En la biología de nuestro organismo la fuente de la juventud de la literatura en; El Fausto, de Goethe, El retrato de Dorian Grey, de O. Wilde, el Conde Drácula, de B. Stoker y otros, NO existe. Algunos sostienen que los seres terrenales estamos altamente relacionados ya que venimos del mismo polvo de estrellas, pero por alguna razón unas especies viven más que otras. En consecuencia, podemos aspirar a más longevidad. Las bacterias parecen no envejecer. La Posidonia Oceánica puede vivir miles de años, el Sequoia más de 3 mil años, un poco menos el Cedro del Líbano. Hay animales, como las hidras que viven miles de años, las almejas de Islandia más de 500 años, la tortuga gigante unos 150 años, los tiburones de Groenlandia más de 400 años, las ballenas boreales más de 200 años. ¿Cómo consiguen esa longevidad? ¿Qué artificios fisiológicos les dejan ralentizar el deterioro de sus células y tejidos o regenerarlos? ¿Con que procesos controlan sus enfermedades y la vejez?. Somos una especie que en su proceso de selección natural acumuló daños moleculares, celulares, tisulares y orgánicos que conducen a la merma de nuestras funciones biológicas. A. R. Wallace y A. Weissmann sostuvieron que para que un rasgo pueda ser considerado producto de la selección natural de las especies en sentido estricto, debe ser un rasgo propio de esa especie, como la tasa de especiación, el tamaño de las poblaciones, el nicho ecológico, morfología. Aunque tengamos cierto porcentaje de ADN relacionado con otras especies ¡viva la diferencia!. La longevidad no parece ser producto de la selección natural. Hace 2 siglos teníamos una esperanza de vida de casi 40 años, actualmente el doble. En un claro rasgo adaptativo en evolución (P. Medawar y otros) o de posibles mutaciones, según G. Williams. La selección natural no puede evitar que los genes implicados se extiendan por la población de la especie, por lo que se busca en ellos; el tiempo de vida, el envejecimiento y la muerte incrustados en cada una de nuestras células. La máxima duración de la vida varía entre las especies según su genética (Benard y Hekimi).
Se ha demostrado que podemos vivir cada vez más años. Muchos científicos trabajan en ello para paliar el deterioro biológico; para reducir las patologías asociadas al adulto; incluso hacer más lento (no detener, no revertir) el proceso de envejecimiento. Todos parten de las aportaciones de; Weissman, A., 1891“División del trabajo entre células germinales (inmortales) y somáticas (optadas a envejecer)”; Minot, C.S., 1907 «El precio pagado por la diferenciación celular»; Pearl, P., 1928, “El envejecimiento, efecto secundario del metabolismo”; Harman, D., 1956, “Las lesiones causadas por los radicales libres (de oxígeno)”; Williams, H., 1957, “El efecto de genes beneficiosos para el vigor máximo en la edad reproductora, posteriormente nocivos”; Hayflick L., 1961, “La reproducción celular en humanos es limitada”; Gerschman, R., 1962, “El efecto de la toxicidad del oxígeno, por insuficiencia de las defensas antioxidantes”.
Hayflik, el del “reloj biológico”, sostuvo que las células podían dividirse de 50 a 80 veces, contrario a lo afirmaba A. Carrel, que podría ocurrir sin límite. Pero si hubiese un límite de veces que una célula se puede dividir, evitaría la proliferación tumoral, por lo que según B. L. Strehler, no parece razonable el límite de vida de Hayflick. Hay datos de células que dejan de dividirse porque se
diferencian irreversiblemente. Las células germinales (madre) no están sujetas a un límite y otras, las neoplásicas, pueden dividirse sin límite, se hacen muy mortíferas. Sin embargo, según Zhang et al, la apoptosis (muerte celular programada) ha sido implicada en la senescencia in vitro de fibroblastos, linfocitos T, células epiteliales, endoteliales y neuronas.
D. Harman propuso que los radicales libres (moléculas inestables altamente reactivas con capacidad de dañar a todo lo que encuentre través de reacciones oxidativas) y otras especies reactivas de oxígeno (ROS) en las células y los tejidos pueden causar cáncer, arteriosclerosis e inmunodeficiencia. La desorganización mitocondrial por alteraciones ambientales de estas moléculas fijan el tiempo de vida. R. Gerschman determinó que la acción nociva de la radiación ionizante aumenta en presencia del oxígeno, su falta tiene un efecto protector en las células irradiadas. La toxicidad del gas se liga al aumento en la concentración intracelular de radicales libres. Por otro lado, las teorías del desgaste y del promedio de vida, de Pearl, confirman el efecto de los cambios en la temperatura ambiente sobre la longevidad de las moscas de la fruta se debe al resultado modulador de estos cambios sobre el consumo de oxígeno del insecto. También se observó en moscas alojadas en los satélites donde su vuelo caótico por la ingravidez aumenta su consumo de oxígeno.
El tiempo de vida tiene un componente genético identificado en el cromosoma 4 que podría contener genes que lo promuevan. Ningún gen, por sí mismo, determina la expectativa de vida, tampoco uno solo causa la muerte. Respecto a este último se pensó primero en el gen fos, después en el Apo-1 y una serie de proteínas mata células. En cuanto al de la vida, primero se identificó bcl- 2, después el ced-9, y el más citado gen de la vida Daf-2. Este asociado al incremento de la expectativa de vida en el gusano C. Elegans, a través de genes que controlan la respuesta al estrés celular reduciendo la actividad de genes que acortan el tiempo de vida. El gen daf-2 actúa como maestro de orquesta uniendo genes en un circuito regulatorio común que permite aumentar la expectativa de vida hasta a un 30%. Kenyon descubrió que una mutación en el daf-2, codifica para un receptor hormonal para la insulina/IGF-1 duplicando el tiempo de vida del citado gusano.
L. Donehower ha encontrado que algunos genes útiles para garantizar el ímpetu en la juventud son letales a largo plazo. La proteína supresora de tumores p53 es un regulador clave de control celular frente a una crisis en el genoma con un rol esencial en la detención transitoria del ciclo celular, la apoptosis, la senescencia replicativa. El gen p53 evita que desarrollemos cáncer temprano a costa de estimular nuestro sistema inmunológico para destruir la reserva de células estaminales con elevada capacidad replicativa que pueblan nuestros tejidos. B. Willcox, H. Donlon y otros, explican que “las personas que tienen en su material genético 2 copias de la variante FOXO3A tienen 3 veces más posibilidades de llegar a los 100 años que las que no las tienen”. Herskind, sostiene que la variabilidad de tiempo vida humana se ha demostrado con APOE, FOXO3A, CHRNA3/5 hasta en un 25% más. Revelasa, Thalamuthu, et al., corroboran este efecto con otros que asociaron con una longevidad excepcional: ACE rs4340, rs2802292, KLOTHO KL-VS e IL6 rs1800795. Otros estudios combinan polimorfismos de nucleótidos simples beneficiosos (SNPs) con resultados beneficiosos, como en el gen combinado GHSRMREA11 que tiene una influencia en la supervivencia longitudinal en mujeres nonagenarias (Dato, Soerensen et al.).
En los últimos 30 años se investiga la influencia de los telómeros en el tiempo de vida. Son unas cachuchas que protegen los extremos de los cromosomas que se acortan a medida que la célula acumula divisiones. Ese acortamiento es una de las causas del envejecimiento del organismo. Cada división celular debe duplicar su material genético embalado en los cromosomas. El mecanismo de réplica impide que el extremo de cada cromosoma sea copia fiel hasta el final, en consecuencia, cada división vuelve más corto el telómero y más vieja la célula. Los muy cortos provocan daños, la célula deja de dividirse o, muere y el tejido pierde capacidad regenerativa. La enzima telomerasa descubierta por E. Blackburn, permite que los telómeros se mantengan largos, jóvenes y sanos. Rejuvenece la estructura final de los cromosomas. Las células tumorales, potencialmente inmortales
lo consiguen gracias a la telomerasa a diferencia con las mortales células sanas. El cuerpo no genera telomerasa constantemente. En el adulto, el gen telomerasa casi no se activa, no se produce.
En un futuro cercano, si el covi19 lo permite, se podrá retrasar el envejecimiento, aumentar la longevidad y más tiempo de vida saludable. Sí se logra, qué pasará con la noción del eje hipotálamo- pituitaria-adrenales (HPA) como regulador maestro de activación y finalización de cada etapa de vida. El SARS-CoV-2 es un virus olímpico: “Citius, Altius, Fortius”, más rápido, más alto, más fuerte, por su velocidad de reproducción, altamente contagioso y su resistencia a las curas existentes, se trata de una partícula de la muerte, casi invisible prion citoplásmico que esclaviza a las células, desarma a los macrófagos, a las proteínas, al cromosoma, al ribosoma, a las enzimas, a las hormonas. No sabemos si provocará errores genéticos en el ADN o, si una mutación recargada escoja a los adolescentes destruyéndoles el timo, provocándoles una inmunosenescencia temprana, entonces la expectativa de vida de la humanidad ya se jodió.
Mientras tanto continua la esperanza de que la ciencia pueda vencer a la muerte. M. Gorki llamó “Constructores de Dios” a los encargados de conservar el cadáver de Lenin. Hay quienes utilizan los esfuerzos científicos para cruzar el Rubicón y lograr transhumanos, mientras la mayoría busca las expectativas de realización individual, la felicidad, la motivación, la empatía, el refugio religioso con resignación o, con esperanza. Víctor Vroom (1964) señaló “el individuo toma decisiones racionales y acciona conscientemente conveniente cuando cree que sus esfuerzos le conducirán al éxito y a resultados positivos”. La teoría VIE (Valence, Instrumentality, Expectancy) explica: La expectativa de que el esfuerzo conducirá al resultado deseado; Lo atractivo, conveniente y satisfactorio de los objetivos augurados y; La creencia que cierto rendimiento laboral se traducirá en reconocimiento y recompensas. Las organizaciones, científicas incluidas, usan este enfoque para aumentar la productividad, los bonos, la promoción y la moral de sus miembros.
Los seguidores de esas ideas motivacionales y de satisfacción en el trabajo como; F. Herzberg, D. McClelland, A. Bandura, I. Ajzen, Van Eerde, W., Thierry, H. y muchos más, se han centrado en los mecanismos a través de los cuales se utilizan las experiencias, los conocimientos y las creencias de los sujetos en sí mismos para influenciar en el trabajo, aumentar las realizaciones, los reconocimientos y las compensaciones de la organización, para de ello beneficiarse. Varios de los autores arriba citados sostienen que un individuo estará dispuesto a empeñarse en desarrollar sus actividades poniendo todo su esfuerzo, habilidad en una institución que lo valore y recompense. Influenciado por P. Lazaferld (del Circulo de Viena, aportó métodos para cuantificar la investigación social) Vroom pretendió validar su teoría construyendo una escala para determinar, no solo el grado de motivación y satisfacción en el trabajo, sino los retos para lograrlo (recursos, tecnología, apoyo, reglas, decisiones claras y transparentes, entre otras). La pandemia mató millones de empleos, miles de organizaciones, se llevó al carajo esta expectativa de realización en los jóvenes que, pasada la pandemia deberán superar la depresión, ajustarse a nuevas reglas, motivaciones y valores laborales. Los jugadores a dios crean empresas que tienen como línea de negocio a la vejez, a la longevidad y al ensamble de lo biológico con artefactos. Calico Labs, creada por Google, apoyada por el MIT y Harvard; Human Longevity promete una vida duradera donde la decrepitud, las enfermedades y la vejez no existan. Rejuvenate Bio, dedicada a la investigación para rejuvenecer mascotas. Las Unity Biotechnology, la Senolytic Therapeutics y otras en medicina regenerativa, en bioingeniería, en fabricación artefactos de remplazo de partes y/o de extensión de capacidades para los humanos. En 2019, gerocientíficos crearon en Boston la asociación “Academy for Health and Lifespan”, cuyo lema fundacional; “mientras que la muerte es inevitable, el envejecimiento no tiene por qué serlo”. Pero el COVID19 pone a prueba todas las teorías de la esperanza, igual las de la política a pesar que gobiernos, de cualquier régimen, inyecten esperanzas con mentiras o medias verdades sobre el número de infectados y de muertos, para que auxiliándonos con la vacuna transitemos del miedo a la “normalidad”, del arresto domiciliario al goce de la libertad y de la salud, que saldremos del túnel
como mejor humanidad. Pero se duda de la viabilidad de la democracia, del sistema económico reinante, de las formas de gobierno, porque fracasaron sus teorías de desarrollo, de progreso, de crecimiento, de bienestar y modernización para darnos salud y seguridad existencial. Es posible que la humanidad siga siendo la especie engreída “normal” de siempre, que vive de las otras. La muerte por COVID19 del 1% de su población no la cambiará. Ojalá me equivoque.
En tanto, supongamos que en un plazo no muy lejano el humano logre la longevidad de la que gozan las ballenas boreales, más de 200 años, pudiéramos incluso aspirar más adelante, a la vida de duración del tiburón de Groenlandia. En el mar la vida es más sabrosa, en el mar se vive mucho más. Qué pasará en la filosofía. Heidegger consideró a la muerte del individuo como la certeza fundamental y constitutiva del ser, de haber existido en una identidad determinada por el límite natural que al morir lo expulsa de la realidad. Una vida interminable permitiría, quizás agotar el espacio de las quimeras de vida del individuo, no sería nadie en algún momento, incluso, desear morir. J. Habermas en “El futuro de la naturaleza humana” delibera acerca de la transcendencia moral y política que pueda tener la intervención genética en una persona en la percepción hacia su cuerpo. Una ciencia y tecnología que abruptamente lo transforme para vivir más tiempo del que antes nos permitía la naturaleza, llevaría a reconsiderar lo que somos, antes autores de nuestras vidas, fuera del control de nadie. Para Dworkin, “lo que nosotros hacemos en el mundo con la ayuda de los genes; una diferenciación, una frontera entre lo que somos y el trato, que bajo nuestra propia responsabilidad damos a esa herencia. Esta frontera entre causalidad y libre decisión constituye la espina dorsal de nuestra moral” Da miedo la expectativa de que el ser humano proyecte otros seres, bajo otras pretensiones. Y cito a N. Chomsky ¿Qué clase de seres seríamos?
La búsqueda de longevidad milenaria desdibuja los límites entre subjetivo y objetivo, entre crecido y hecho, compromete una auto comprensión ética de la especie, que desde el punto de vista socio- antropológico es significativa. Nuestro cuerpo nos es dado por la naturaleza, no por otros, no por nosotros mismos y es lo más preciado que tenemos. Al mismo tiempo nos otorga nuestra condición humana. Con el cuerpo físico, en el mismo paquete viene uno social y otro cultural. Un nuevo tipo de intervenciones fomentará la selección de personas, desvanecerá la frontera entre la “naturaleza que somos y la dotación orgánica que nos damos” (Habermas). La diferencia que provoca, traza una línea en lo que podemos convertirnos. Un desplazamiento que afecta el juicio de las personas moralmente preocupadas por su existencia. Distinción esencial entre lo que nace y lo que se hace, de lo que se crea y lo que se inventa. ¿Qué pasaría si dicha frontera no existiera? ¿Cómo podríamos entender la identidad de la especie? ¿La pertenencia? ¿Habría esperanza de vida sujeta a las leyes del mercado? ¿Qué porcentaje de modificación corporal sería aceptable?
“Lo que cuenta sobre todo es la intención con la que se efectuó la intervención” (Habermas). La
intencionalidad del agente que interviene pone en riesgo la estabilidad de “la naturaleza humana”. La manipulación de los genes, la incorporación de partes sustituibles, el incrustar dispositivos de inteligencia artificial, digamos en la 1⁄4 parte de nuestro cuerpo, afecta la identidad y referencia a la especie original. Los ciborgs, los trashúmanos modificarían el lecho de nuestras representaciones sociales, legales y morales. La distinción entre lo “crecido” y lo “hecho”, cambia la comprensión subjetiva y objetiva que teníamos hasta ahora de la ética y la filosofía de vida de nuestra especie. Cambiar la naturaleza de este o aquel individuo en particular, será el principio para intervenciones a mayor escala, desplazando a individuos dentro del rango de caracteres o rasgos que lo hacen parte del nuevo humano biomejorado en competencia constante. Debemos considerar la posibilidad de que, en cierto momento del futuro, diferentes grupos de humanos puedan seguir sendas evolutivas diferentes mediante el uso de la ciencia y tecnología para la modificación de sus cuerpos. Habría distintos grupos de seres, cada uno con su propia naturaleza, cuyo único vínculo con los otros, sería un antepasado común (la raza humana).
(*) Profesor-Investigador en el I.P.N., Miembro de El Colegio de Sinaloa. México. @GA