24 DE AGOSTO: OCHO AÑOS DE LA MUERTE DEL PERIODISTA HUMBERTO MILLÁN
El día de 24 de agosto de 2011 Humberto salió de su casa con la firme convicción de que iba a decir la última palabra en su incesante búsqueda de justicia social que impregnaba su pensamiento. No había signos de temor en su voz cuando lo escuchamos por la radio, pero el rencor, la cerrazón y la incapacidad mental de aceptar las críticas rugía virulenta al otro lado del medio de comunicación. Tampoco se podía percibir algún temblor que paralizara el movimiento de sus dedos cuando se deslizaban ágilmente sobre el teclado de su computadora mientras escribía su columna Sin Ambages.
La vida entera de Humberto Millán estaba estrechamente ligada al periodismo crítico y combativo, por ello nada era capaz de detener la edición de su periódico digital A Discusión, a pesar que sabía y estaba consciente de la presencia de enemigos letales que amenazaban su existencia.
Creo que todo ese pequeño, sacrificado y mal pagado ejército de personas que, como Humberto, han dedicado su vida al oficio de transmitir y comentar las noticias que son de interés para la población nunca como ahora se encuentra tan indefensos frente a la intolerancia criminal de individuos que no aceptan ninguna crítica al quehacer que llevan a cabo y que afecta negativamente al entorno social sobre el cual inciden.
Hasta ese 24 de agosto se tenía la creencia que en Sinaloa la única información censurada criminalmente y que la mayoría de los periodistas – si no todos – le sacaban la vuelta era la relacionada con el narcotráfico.
¿Pero la política?
¿Las noticias o comentarios relacionados con la clase política desde cuándo se habían convertido también en informaciones censuradas violentamente?
¿Sabían ustedes que las vidas de los periodistas dedicados a ventilar públicamente los actos de la clase política estaban amenazadas?
¿Y los periodistas – como Humberto Millán – estaban enterados que su actividad estaba amenazada de tal manera?
Humberto lo sospechaba, pero jamás pensó seriamente que su actividad informativa sería castigada con la pena de muerte, aún cuando a todos los que solíamos escucharlo y leerlo nos lo dijo Sin Ambages.
Nos duele terriblemente que establecer como conclusión que el periodismo Sin Ambages murió asesinado junto con su valiente creador. Nos duele porque Humberto era un hombre sencillo, sin mayores ambiciones que las de cumplir con su tarea informativa, mantener a su familia y quererla como solo saben querer y amar los hombres honestos y cultivar afectuosamente la amistad de sus amigos y amigas, la mayoría de ellos ligados a su misma profesión: el periodismo.
Sabemos que no puedes descansar en paz amigo Humberto Millán, los asesinos y sus instigadores creyeron que con tu asesinato habrían de apagar el estallido de tu pluma. Pero los cobardes no saben que el color de tu tinta es indeleble y que tu palabra, armada con la conciencia irrefutable de tu pensamiento, es capaz de perseguirlos implacable y estentóreamente más allá de tu tumba. Sabemos que la justicia, más que la venganza, tiene la obligación ineludible de castigar a los criminales.
¿No cree usted lo mismo señor Mario López Valdez?
Todos, absolutamente todos los sinaloenses le dejamos la inmensa tarea de lograr que este asesinato no quedara impune. Quizá era la tarea más urgente, si no la más importante, que le esperaba al ex Gobernador en su trabajo como la máxima autoridad del Estado. Confiábamos en que pugnaría por llevarla a cabo, confiábamos y orábamos porque el Dios en el que usted decía creer le diera la fuerza, astucia e inteligencia para realizarla. No lo hizo como muchas otras tantas cosas, entre ellas los centenares de asesinatos ocurridos durante su gobierno. ¿Y el Sr. Quirino Ordaz Coppel podrá…?
Hoy y durante mucho tiempo estaremos orando por el descanso eterno de nuestro compañero Humberto Millán. De igual modo levantaremos nuestras preces para que el asesinato político desaparezca absolutamente de nuestra geografía. Amén.
De nada y hasta siempre amigas y amigos.